Homenaje a la Familia
Homenaje a la Familia - Homage to the family
escultura, grabado, pintura, técnica mixta
Galería de Arte Patricia Ready
Av. La Dehesa 2035, esquina El Rodeo – Lo Barnechea
7 de septiembre al 15 de octubre 2005
Gallery Vissio
University of Missouri St. Louis MO USA
2006
Tuska Center for Contemporary Art
University of Lexington Kentucky USA
2006
La nueva obra que nos trae Alfonso Fernández traza un camino ya iniciado que apunta hacia la introspección y la intimidad, la cual va más allá de la superficie. Esta renovada óptica surge a partir de un gran mural que el artista elaboró en gres cerámico y fierro, cuyo tema es la familia. Desde entonces, su investigación amplió su espectro hacia la escultura, en forma simultánea a las disciplinas tradicionales.
Figuras entrelazadas que afloran de lo subjetivo y paisajes que aluden al entorno que le rodea, son parte de este nuevo modo de expresión que el artista desarrolla.
El libro sobre su obra y parte de esta muestra se exhibirá también en la Universidad de San Louis, Missouri y la Universidad de Kentucky, Lexington, EE.UU. Además Alfonso Fernández realizará una pasantía como artista en residencia en estas dos instituciones, a contar de la última semana de Enero del año 2006, participando del segundo semestre académico norteamericano.
Textos libro Alfonso Fernández
Alfonso Fernández A. : Vivencias e imágenes.
En el taller es donde se arma todo. Alfonso Fernández no tiene tan claro como se da este proceso, pero es una mezcla entre sus vivencias, lo que ve en la calle y la manera como se conecta emocionalmente con ciertas imágenes que le resultan significativas. Ahí es donde surge el código de entrada de las figuras, que toman forma y adquieren sentido en su obra. Porque aquello que fluye en su trabajo artístico, recrea una experiencia vivida. De ahí que, cuando se observan las obras del artista, se percibe que detrás de cada imagen hay una verdad en la que, como espectadores, nos sentimos capturados.
En el taller es donde se arma todo. Alfonso Fernández no tiene tan claro como se da este proceso, pero es una mezcla entre sus vivencias, lo que ve en la calle y la manera como se conecta emocionalmente con ciertas imágenes que le resultan significativas. Ahí es donde surge el código de entrada de las figuras, que toman forma y adquieren sentido en su obra. Porque aquello que fluye en su trabajo artístico, recrea una experiencia vivida. De ahí que, cuando se observan las obras del artista, se percibe que detrás de cada imagen hay una verdad en la que, como espectadores, nos sentimos capturados.
De grabador y pintor a escultor
Desde hace un tiempo a esta parte, Alfonso Fernández siente la necesidad de salir del soporte bidimensional de la tela o papel hacia el volumen, con el objeto de romper sus propias estructuras plásticas, impulsado por las influencias de su experiencia de trabajo en colaboración con el destacado artista norteamericano Sam Gilliam. Entre todas las posibilidades, la cerámica es su primera opción, porque este material tiene la virtud de no invalidar su experiencia como grabador y pintor, que asociados ahora al volumen, le permiten enriquecer el proceso e inventar nuevos modos de hacer. Entrar en contacto directo con el material: golpearlo, modelarlo, intervenirlo, en otras palabras, “meter las manos en la masa” forma parte de la manera de trabajar del artista, porque es el control del oficio lo que le da la libertad para prescindir de él, y ejercer el des-control, ya que no le interesa aplicar determinada técnica o seguir reglas fijas, sino inventar un sistema expresivo que le resulte coherente.
Desde hace un tiempo a esta parte, Alfonso Fernández siente la necesidad de salir del soporte bidimensional de la tela o papel hacia el volumen, con el objeto de romper sus propias estructuras plásticas, impulsado por las influencias de su experiencia de trabajo en colaboración con el destacado artista norteamericano Sam Gilliam. Entre todas las posibilidades, la cerámica es su primera opción, porque este material tiene la virtud de no invalidar su experiencia como grabador y pintor, que asociados ahora al volumen, le permiten enriquecer el proceso e inventar nuevos modos de hacer. Entrar en contacto directo con el material: golpearlo, modelarlo, intervenirlo, en otras palabras, “meter las manos en la masa” forma parte de la manera de trabajar del artista, porque es el control del oficio lo que le da la libertad para prescindir de él, y ejercer el des-control, ya que no le interesa aplicar determinada técnica o seguir reglas fijas, sino inventar un sistema expresivo que le resulte coherente.
Mural en gres cerámico
La posibilidad de poner en práctica esta nueva experiencia, a la vez que realizar un trabajo de envergadura, se le presenta a raíz de un encargo para intervenir el hall de entrada del Laboratorio Biosano, en Santiago de Chile. El proyecto consiste en cuatro grandes paneles de metal, sobre los cuales son adheridos bloques de cerámica, trabajados todos ellos con el tema de la familia. El artista venía trabajando estos contenidos a través de las distintas técnicas de representación que había utilizado hasta ahora.
Cuando nos referimos a la intervención del hall, es porque éste contempla no sólo la realización del mural, sino un mesón central realizado en metal, así como la intervención escultórica a la puerta de acceso principal, agregando además pinturas y esculturas de mediano formato, que forman parte del conjunto. La necesidad de adaptar los paneles al recinto, es uno de los desafíos a resolver, porque su forma interior es ovalada en dos de sus muros, a raíz de lo cual Fernández fracciona los paneles de metal para no perder la curvatura y la línea arquitectónica del edificio.
La posibilidad de poner en práctica esta nueva experiencia, a la vez que realizar un trabajo de envergadura, se le presenta a raíz de un encargo para intervenir el hall de entrada del Laboratorio Biosano, en Santiago de Chile. El proyecto consiste en cuatro grandes paneles de metal, sobre los cuales son adheridos bloques de cerámica, trabajados todos ellos con el tema de la familia. El artista venía trabajando estos contenidos a través de las distintas técnicas de representación que había utilizado hasta ahora.
Cuando nos referimos a la intervención del hall, es porque éste contempla no sólo la realización del mural, sino un mesón central realizado en metal, así como la intervención escultórica a la puerta de acceso principal, agregando además pinturas y esculturas de mediano formato, que forman parte del conjunto. La necesidad de adaptar los paneles al recinto, es uno de los desafíos a resolver, porque su forma interior es ovalada en dos de sus muros, a raíz de lo cual Fernández fracciona los paneles de metal para no perder la curvatura y la línea arquitectónica del edificio.
Desbastando y modelando la arcilla
Las numerosas piezas, son un buen ejemplo de cómo el artista trabaja el gres para el mural. Tradicionalmente la cerámica implica como proceso agregar material, con el objeto de modelar la figura. La opción de Alfonso Fernández al principio es crear bloques que procede a desbastar, siguiendo en esto los pasos del escultor- que quita materia- logrando así que la imagen emerja como un bajorrelieve. Esta economía material e icónica de los bloques es luego intervenida con distintos instrumentos, algunos de los cuales se utilizan en el grabado, mientras otros son inventados por él, para crear determinados efectos plásticos. Así, cada pieza es objeto de una finísima red de incisiones, líneas, trazos o marcas que proporcionan ricas texturas, lo cual junto con la aplicación del color, da a las obras la impronta personal del artista.
Al mismo tiempo, esculturas de pequeño y mediano formato, son realizadas antes y durante la creación del mural. En este caso, se encuentran más cercanas al gesto modulante del alfarero utilizando técnicas de adición y modelado, sin dejar por ello de desbastar, ni de incidir el material por medio del trazo caligráfico de Fernández. A la vez, la mayor parte de estas obras niegan la centralidad de la pieza, mostrando en ocasiones su interior, con lo cual establecen distintas relaciones entre las partes, lo que invita a recorrerlas y visualizarlas desde diferentes ángulos.
Las numerosas piezas, son un buen ejemplo de cómo el artista trabaja el gres para el mural. Tradicionalmente la cerámica implica como proceso agregar material, con el objeto de modelar la figura. La opción de Alfonso Fernández al principio es crear bloques que procede a desbastar, siguiendo en esto los pasos del escultor- que quita materia- logrando así que la imagen emerja como un bajorrelieve. Esta economía material e icónica de los bloques es luego intervenida con distintos instrumentos, algunos de los cuales se utilizan en el grabado, mientras otros son inventados por él, para crear determinados efectos plásticos. Así, cada pieza es objeto de una finísima red de incisiones, líneas, trazos o marcas que proporcionan ricas texturas, lo cual junto con la aplicación del color, da a las obras la impronta personal del artista.
Al mismo tiempo, esculturas de pequeño y mediano formato, son realizadas antes y durante la creación del mural. En este caso, se encuentran más cercanas al gesto modulante del alfarero utilizando técnicas de adición y modelado, sin dejar por ello de desbastar, ni de incidir el material por medio del trazo caligráfico de Fernández. A la vez, la mayor parte de estas obras niegan la centralidad de la pieza, mostrando en ocasiones su interior, con lo cual establecen distintas relaciones entre las partes, lo que invita a recorrerlas y visualizarlas desde diferentes ángulos.
Carpintería en hierro
El mesón para el laboratorio es el primer paso del artista hacia la escultura en metal. Lo realiza a partir de una técnica que se conoce como carpintería en hierro. En este caso, utiliza una lámina de acero inoxidable que lo cubre por completo, y a la cual superpone imágenes caladas manualmente en hierro con herramientas de corte y posteriormente esgrafiadas. Representan asimismo la imagen de la familia nuclear: pareja, padre, madre e hijos, los que aparecen de frente y perfil, mediante una línea sinuosa, envolvente y continua.
A partir de este momento el trabajo y la experimentación con el metal pasan a ser casi una obsesión y un desafío. Después de experimentar recortando láminas de metal con esmeriles angulares, explora el calado mediante la técnica del oxicorte y procede a unir las partes con distintos procesos de soldadura. De esta manera pasa a “construir” sus obras, en el entendido que no recurre a los procesos tradicionales de agregar o quitar elementos, sino a proyectar y luego armar. Paralelamente, inicia la recolección de material de desecho, como por ejemplo varillas de metal, que tuerce y conforma en la captura de la idea. En estas obras, la línea y el espacio priman por sobre el volumen y la masa, a diferencia de lo sucedido anteriormente con el gres cerámico.
Este proceso que requiere de parte del artista un esfuerzo corporal de magnitud, al exigirle doblegar los materiales: torcer, cortar, soldar... trae aparejado un cambio formal en sus trabajos. En éstos, el artista deriva del tema la familia, la pareja, la madre o la modelo, a las “cabezas” y no cualquiera. Por lo general son femeninas: gesticulantes, expresivas, cambiantes y parecen tener el control. Símbolo tradicional de autoridad, orden y gobierno, representan al espíritu, en relación al cuerpo, como a la materia. Parte privilegiada del cuerpo, pasan a ocupar el lugar del todo.
De este modo en sus últimas pinturas, dibujos y grabados, su trazo caligráfico resulta más grueso, suelto y expresivo. A la vez, la imagen se hace cada vez más sintética, con lo cual se cierra una etapa y se abre otra. Incorporar la forma tridimensional a su trabajo plástico, trae para la obra de Alfonso Fernández, profundas repercusiones. Rompe estructuras, sin renunciar a sus propias huellas y se abre en forma simultánea a nuevas posibilidades de ver, entender y crear.
El mesón para el laboratorio es el primer paso del artista hacia la escultura en metal. Lo realiza a partir de una técnica que se conoce como carpintería en hierro. En este caso, utiliza una lámina de acero inoxidable que lo cubre por completo, y a la cual superpone imágenes caladas manualmente en hierro con herramientas de corte y posteriormente esgrafiadas. Representan asimismo la imagen de la familia nuclear: pareja, padre, madre e hijos, los que aparecen de frente y perfil, mediante una línea sinuosa, envolvente y continua.
A partir de este momento el trabajo y la experimentación con el metal pasan a ser casi una obsesión y un desafío. Después de experimentar recortando láminas de metal con esmeriles angulares, explora el calado mediante la técnica del oxicorte y procede a unir las partes con distintos procesos de soldadura. De esta manera pasa a “construir” sus obras, en el entendido que no recurre a los procesos tradicionales de agregar o quitar elementos, sino a proyectar y luego armar. Paralelamente, inicia la recolección de material de desecho, como por ejemplo varillas de metal, que tuerce y conforma en la captura de la idea. En estas obras, la línea y el espacio priman por sobre el volumen y la masa, a diferencia de lo sucedido anteriormente con el gres cerámico.
Este proceso que requiere de parte del artista un esfuerzo corporal de magnitud, al exigirle doblegar los materiales: torcer, cortar, soldar... trae aparejado un cambio formal en sus trabajos. En éstos, el artista deriva del tema la familia, la pareja, la madre o la modelo, a las “cabezas” y no cualquiera. Por lo general son femeninas: gesticulantes, expresivas, cambiantes y parecen tener el control. Símbolo tradicional de autoridad, orden y gobierno, representan al espíritu, en relación al cuerpo, como a la materia. Parte privilegiada del cuerpo, pasan a ocupar el lugar del todo.
De este modo en sus últimas pinturas, dibujos y grabados, su trazo caligráfico resulta más grueso, suelto y expresivo. A la vez, la imagen se hace cada vez más sintética, con lo cual se cierra una etapa y se abre otra. Incorporar la forma tridimensional a su trabajo plástico, trae para la obra de Alfonso Fernández, profundas repercusiones. Rompe estructuras, sin renunciar a sus propias huellas y se abre en forma simultánea a nuevas posibilidades de ver, entender y crear.
Silvia Ready K.
Licenciada en Historia del Arte, Universidad Iberoamericana de México. Licenciada en Estética, Universidad Católica de Chile.
Diplomada en Ciencias Humanas, Universidad de Anahuac, México.
Actualmente se desempeña como profesora de Historia del Arte y Estética en la Universidad de Chile.
Llegó la Hora de Entrar
Una vez más, trato de poner a un lado mi inexistente objetivismo, para encaramar algunas palabras sobre papel, con el fin de expresar algo acerca de la nueva obra de mi estimado amigo Alfonso Fernández, “El Malabarista”
Para la tarea, preciso lápiz y papel, ya que el insistente traqueteo de mis dos dedos índices sobre el tablero de la computadora, no me permiten abordar los temas sutiles y subjetivos por los cuales he llegado a comprender su expresión plástica.
Desde que lo conozco, Alfonso Fernández ha nadado contra la corriente. A menudo a punto del ahogo y siempre con la cabeza por fuera del agua. Sin embargo, no se pierde las ocurrencias del paisaje. Cuestión que lo inspira de una aventura en otra. Gracias a su urgente insistencia gana el partido a lo concreto y a la seguridad de la orilla. “El Malabarista” surge de aquel equilibrio precario y vertiginoso que lo ha mantenido en el desenfreno de su quehacer diario.
Hasta hoy nos tiene al borde de nuestros asientos, demostrándonos su agilidad y destreza. Pero hasta allí llego.
Es hora de sacarnos el tapete y voltear el mundo. En un acto de entrega total en donde no caben pretensiones, los platos no han caído a la pista, sino que han sido estrellados deliberadamente contra la tarima en un gesto maravilloso, ante el calidoscopio reflejo creado por las mil y una astillas vítreas. Con estas piezas Alfonso Fernández desarrollara su nuevo mosaico de expresión. Recrea y conjura un nuevo vocabulario: estilizado, sutil, redondo, en donde la turbulencia da lugar a la introspección.
“El Malabarista” nos invita a pasar y devorar un bocadillo, tomar un generoso café y desde ahí apreciar el universo creado.
No es casualidad que esta nueva muestra de Alfonso sea compuesta alrededor de un gran mural de fierro y gres. Materiales de contundencia y gravidez que como el grabado, llevan en su historial el proceso por el cual han sido manipulados hasta tomar su lugar en la obra. Aunque el desenfreno al que estamos acostumbrados es menos insistente, el desborde de la cuantiosa producción te asegura que el artista es el mismo que siempre conocimos.
Las nuevas obras giran en torno al compás de un ritmo cálido e íntimo. De trazos lánguidos, estilizados y familiares. Su cadencia es hogareña e invita a probar mucho más de la superficie, alcanzando incluso la intimidad. El espacio interior es amplio y sugerente, y se encuentra habitado por figuras entrelazadas que desean tomar parte en el reverberante baile. La cadencia entre movimiento y descanso describe una armonía de estilo en el cual él más torpe de los bailarines es bienvenido.
En esta muestra Alfonso Fernández abre sus puertas. El furor de su versátil e indómito ritmo ya no nos intimida, ni nos mantiene a raya, ni siquiera en la superficie. Llegó la hora de entrar.
Gracias Alfonso, pasaré por tu puerta generosamente abierta. Tomaré tu café y seguiré maravillado con los regalos visuales que sigues creando.
Una vez más, trato de poner a un lado mi inexistente objetivismo, para encaramar algunas palabras sobre papel, con el fin de expresar algo acerca de la nueva obra de mi estimado amigo Alfonso Fernández, “El Malabarista”
Para la tarea, preciso lápiz y papel, ya que el insistente traqueteo de mis dos dedos índices sobre el tablero de la computadora, no me permiten abordar los temas sutiles y subjetivos por los cuales he llegado a comprender su expresión plástica.
Desde que lo conozco, Alfonso Fernández ha nadado contra la corriente. A menudo a punto del ahogo y siempre con la cabeza por fuera del agua. Sin embargo, no se pierde las ocurrencias del paisaje. Cuestión que lo inspira de una aventura en otra. Gracias a su urgente insistencia gana el partido a lo concreto y a la seguridad de la orilla. “El Malabarista” surge de aquel equilibrio precario y vertiginoso que lo ha mantenido en el desenfreno de su quehacer diario.
Hasta hoy nos tiene al borde de nuestros asientos, demostrándonos su agilidad y destreza. Pero hasta allí llego.
Es hora de sacarnos el tapete y voltear el mundo. En un acto de entrega total en donde no caben pretensiones, los platos no han caído a la pista, sino que han sido estrellados deliberadamente contra la tarima en un gesto maravilloso, ante el calidoscopio reflejo creado por las mil y una astillas vítreas. Con estas piezas Alfonso Fernández desarrollara su nuevo mosaico de expresión. Recrea y conjura un nuevo vocabulario: estilizado, sutil, redondo, en donde la turbulencia da lugar a la introspección.
“El Malabarista” nos invita a pasar y devorar un bocadillo, tomar un generoso café y desde ahí apreciar el universo creado.
No es casualidad que esta nueva muestra de Alfonso sea compuesta alrededor de un gran mural de fierro y gres. Materiales de contundencia y gravidez que como el grabado, llevan en su historial el proceso por el cual han sido manipulados hasta tomar su lugar en la obra. Aunque el desenfreno al que estamos acostumbrados es menos insistente, el desborde de la cuantiosa producción te asegura que el artista es el mismo que siempre conocimos.
Las nuevas obras giran en torno al compás de un ritmo cálido e íntimo. De trazos lánguidos, estilizados y familiares. Su cadencia es hogareña e invita a probar mucho más de la superficie, alcanzando incluso la intimidad. El espacio interior es amplio y sugerente, y se encuentra habitado por figuras entrelazadas que desean tomar parte en el reverberante baile. La cadencia entre movimiento y descanso describe una armonía de estilo en el cual él más torpe de los bailarines es bienvenido.
En esta muestra Alfonso Fernández abre sus puertas. El furor de su versátil e indómito ritmo ya no nos intimida, ni nos mantiene a raya, ni siquiera en la superficie. Llegó la hora de entrar.
Gracias Alfonso, pasaré por tu puerta generosamente abierta. Tomaré tu café y seguiré maravillado con los regalos visuales que sigues creando.
José L. Rodríguez
Artista visual, licenciatura en artes gráficas de la Universidad de Oklahoma, maestría en artes gráficas en la Universidad de Indiana. Se ha desempeñado como profesor director de artes gráficas de la Universidad de Nuevo México, Albuquerque y actualmente trabaja en su obra en Houston, USA.
Artista visual, licenciatura en artes gráficas de la Universidad de Oklahoma, maestría en artes gráficas en la Universidad de Indiana. Se ha desempeñado como profesor director de artes gráficas de la Universidad de Nuevo México, Albuquerque y actualmente trabaja en su obra en Houston, USA.
Homenaje a la Familia Galeria Patricia Ready
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